Si fuera alcohólica, aunque dejara de beber, seguiría identificándome como alcohólica, siempre en peligro de recaída. Me pregunto si se aplica la misma lógica a ser artista. Por el hecho de haber nacido adicta a mi producción creativa, y no haber podido alejarme de ella por completo en toda mi vida, ¿sigo siendo artista? Incluso en tiempos en que no lo puedo demostrar por no producir ¿sigo siendo artista?
Me considero adicta a la experiencia de la creatividad y a los materiales. Cada nuevo material me excita, y no me queda otra que flirtear hasta cansarme o hasta descubrir otro igualmente provocador. Cualquiera que mire mi portfolio lo podrá comprobar.
Llegué a Málaga con veintipocos años. Tuve la suerte de conocer a jóvenes artistas malagueños en camino al éxito y a sus parejas. Vivía en Mijas y presenté mis dibujos a un galerista de allí para solicitar una exposición. Me dijo que no exponía dibujos eróticos. Me sorprendió porque los míos no lo eran, al menos descaradamente. Se lo comenté a Enrique Brinkman. Su respuesta fue:” A ver si dice lo mismo si vamos juntos”. Efectivamente, no dijo lo mismo y el resultado fue una exposición colectiva con Enrique Brinkman, Manolo Barbadillo y yo.
Al tiempo le encargaron a Enrique un mural muy grande para el Hotel las Pirámides en Fuengirola. Me pidió que hiciera esculturas de alambre siguiendo sus dibujos. Aún existe el mural, muy maltratado por el tiempo y por dueños que no lo han apreciado.
He hecho pocas exposiciones en mi vida. Tampoco he perseguido otras. Me gusta mi propia experiencia creativa, y también compartir en petit comité. Me gusta vivir creativamente. No sabría vivir de otra manera. Hace diez años descubrí la bioconstrucción. Desde entonces la mayor parte de mi energía creativa la dedico a la construcción de espacios estéticos a la vez que funcionales, energéticamente eficientes y muy cómodos por no contener elementos tóxicos. La obra que me tiene entretenida ahora es una cueva en el Albaicín de Granada.
Más información: behance.net/barbara_sheehy